19. Exactitud
Ver la ciencia con ojos de poeta y el arte con óptica de científico era la propuesta con la que Nietzsche abría su Nacimiento de la tragedia y ha sido un anhelo largamente buscado. Una alianza entre magia y precisión, entre emoción y exactitud, ha caracterizado el pensamiento del artista y del arquitecto. La obsesión del llamado ‘arte concreto’ ha sido la de construir este puente. Tras Theo van Doesburg, que acuñó el término hacia 1930, Max Bill presenta estas ideas persiguiendo para el arte un modelo científico, prestando una enorme atención a cuestiones tanto constructivas como conceptuales. “Por ‘concepción matemática’ no debe entenderse aquí lo que corrientemente se denomina ‘arte calculado’. Hasta ahora, toda manifestación artística ha tenido, en mayor o menor grado, una fundamentación en base a particiones y estructuras geométricas. En el arte moderno se conocen también multitud de formas de expresión que se sirven de estos métodos “reguladores” basados en el cálculo; junto con las apreciaciones de orden personal o emocional, constituyen los recursos cotidianos para toda configuración racional, y, a modo de reguladores objetivos, proporcionan equilibrio y armonía a toda obra plástica. Estos métodos se han vuelto más toscos desde aquella época en que la matemática constituía aún el fundamento de toda expresión artística, a manera de enlace misterioso entre cosmos y culto, y su repertorio no se ha enriquecido desde la época del antiguo Egipto. La perspectiva —sistema que por medio del cálculo, permite reproducir “fielmente” los objetos en un espacio simulado— se les incorpora en el Renacimiento, constituyendo la única excepción. Es verdad que la perspectiva determinó cambios fundamentales en la conciencia de los hombres; pero este ensanchamiento de los métodos de configuración tuvo como consecuencia la transformación de la imagen primaria en imagen copia, y con esto, la decadencia definitiva de un arte tectónico y simbólico. El impresionismo y, en mayor grado, el cubismo, retrotrajeron la pintura y la escultura a sus elementos primigenios: la pintura apareció bajo la forma de configuración cromática en el plano; la escultura, como configuración de lo espacial. El punto de partida para una nueva concepción, probablemente se deba a Kandinsky, quien en su libro “Deber das Geistige in der Kunst” (Sobre lo espiritual en el arte), postuló, en 1912, las premisas de un arte en el cual la imaginación del artista sería reemplazada por la concepción matemática. El no dió este paso, sino que liberó, de otra manera, los medios expresivos de su pintura. Si investigamos el asunto de un cuadro de Klee, o de una escultura de Brancusi, encontramos reminiscencias del mundo real, recreadas de una forma nueva y a la vez primitiva. En Kandinsky nos hallamos ante hechos y objetos que no se nos presentan en modo alguno en la vida cotidiana, pero que acaso cobren significación en un mundo desconocido para nosotros, en un mundo cuyo finalidad utilitaria no estamos todavía en condiciones de definir. Por último, fue Mondrian quien se separó más de lo que hasta entonces se entendía por arte. Sus ritmos, que pueden ofrecer asociaciones con figuras tectónico-constructivas, surgieron independientemente de semejante propósito. No en vano sus últimos cuadros se denominan ‘Broadway Boogie-Woogie’ y ‘Victory Boggie-Woogie’ por analogía con los ritmos del jazz. La construcción horizontal-vertical de sus obras es de configuración puramente emotiva, a pesar de todo el rigor de los medios de expresión empleados. Si partimos del supuesto de que Mondrian, al dejar de lado el mayor número posible de elementos ajenos al arte, agotó las posibilidades últimas de la pintura, es decir, llegó a la meta en una dirección determinada, quedarían dos caminos abiertos para una evolución futura del arte: el retorno a lo viejo y conocido o el acercamiento a una nueva temática. No quiero dejar de expresar aquí mi opinión sobre ese retorno a la vieja temática, para aclarar por qué ese camino no puede ser seguido por todos. En el vasto ámbito de la expresión pictórica y escultórica existen innumerables direcciones y desviaciones, todas las cuales surgen más o menos en nuestra época. Según lo que se considere característico de la época actual, cambia también la faz de la pintura y la escultura. La concepción del arte de un religioso es distinta de la de un hombre de ciencia; el campesino vive en condiciones diferentes a las del obrero industrial. Sus niveles de cultura y civilización son distintos. Diferencias análogas podemos observar en los artistas; provienen también de ambientes distintos y en sus obras representan diferentes sectores del pensar y del sentir.” (1) Max Bill, “La concepción matemática en el arte de nuestro tiempo”, en MALDONADO, Tomás, Max Bill, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1955, pág. 33-34, traducción: J. Rovira Armengol. |