8. Todo es arquitectura

Reflejos
Reflejos © Antonio Juárez, 2003

La arquitectura se construye desde las condiciones de nuestro tiempo. Nuevos espacios y nuevos contextos amplían constantemente el campo de actuación del arquitecto. La profesión del que proyecta está en constante redefinición, y el arquitecto ha de estar siempre atento a articular, organizar y dar significado, en una lucha constante en las fronteras, progresivamente expandidas, de la profesión.

Pocas afirmaciones han manifestado un optimismo tan radical en la capacidad del arquitecto y sus implicaciones culturales como la de Hans Hollein cuando argumentaba en 1968 que “todo es arquitectura”:

“El hombre crea condiciones artificiales; eso es la arquitectura. El hombre repite, transforma y expande física y psíquicamente sus esferas físicas y psíqui­cas; crea ‘entornos’ en su sentido más amplio.

Utiliza los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades y alcanzar sus sueños; expande su cuerpo y su mente: se comunica.

La arquitectura es un medio de comunicación. El hombre forma parte de una sociedad al tiempo que exalta su individualismo. Esta doble condición determina su comportamiento. Desde su estado más primitivo, el hombre ha buscado medios para su expansión mental, los cuales a su vez han evolucionado constantemente.

El hombre posee un cerebro; los sentidos son la base para la percepción del medio que le rodea. Los recursos para la definición y la creación del todavía ansiado mundo se basan en la expansión de los sentidos.

Estos son los medios de comunicación de la arquitectura entendida en su más amplio sentido. Para ser más espe­cíficos, podrían formularse los siguientes roles y definicio­nes para el término ‘arquitectura’:

La arquitectura es ritual; es etiqueta, símbolo, signo y expresión.

La arquitectura es el control de la temperatura corporal, es protección y abrigo.

La arquitectura es la caracterización del espacio, del entorno.

La arquitectura es un condicionante de los estados psicológicos.

Durante miles de años, tanto la protección de las incle­mencias meteorológicas como la transformación artificial de nuestro mundo fue materializada a través de la cons­trucción. Los edificios eran la expresión esencial del hombre, la imagen tridimensional de todo cuanto le era necesario: organización espacial, recinto protector, me­canismo e instrumento, medio físico y símbolo. La evolu­ción de la ciencia y la tecnología en una sociedad cam­biante, con sus necesidades y demandas, nos ha confrontado con realidades completamente diferentes de las que surgen nuevos medios de caracterización ambiental.

Además de la diversificación de los materiales de cons­trucción con la aparición de nuevos elementos o sistemas, y de las mejoras técnicas que puedan introducirse en los métodos tradicionales, surgirán medios intangibles para la creación espacial. No obstante, continuarán resolvién­dose multitud de situaciones de forma convencional, mediante la construcción, mediante la ‘arquitectura’. ¿No existen mejores respuestas que la ‘arquitectura’ en su sentido clásico?

A este respecto los arquitectos podrían aprender del desarrollo de estrategias militares. Si esta ciencia hubiera estado sujeta a la inmovilidad de la arquitectura y sus usuarios, estaríamos todavía construyendo murallas y torres. Por el contrario, la estrategia militar perdió interés por la construcción para concentrarse en nuevas posibi­lidades que satisficieran las expectativas planteadas.

Obviamente a nadie se le ocurre ya construir alcantari­llados con muro de fábrica o erigir observatorios astronó­micos de piedra (Jaipur). Los nuevos medios de comuni­cación como el teléfono, la radio o la televisión tienen hoy mucha más importancia. En la actualidad, un museo o una escuela pueden ser perfectamente reemplazados por estos medios. Los arquitectos debemos dejar de pensar exclusivamente en términos de ‘construcción’.

Se vislumbra un cambio que afecta a la importancia de ‘significado’ y ‘efecto’. La arquitectura tiene efectos. La forma en que se toma posesión de un objeto y se utiliza, adquiere relevancia. Un edificio puede ser interpretado únicamente en términos de ‘información’, y su mensaje puede ser recibido a través de los medios de comunicación (prensa, TV…). Dado que la mayor parte de la gente conoce la Acrópolis de Atenas o las Pirámides de Egipto por medios ajenos a la experiencia directa, resulta casi irrelevante la circunstancia de que existan en la realidad física. De hecho, su importancia radica en el efecto de esa información.

Un edificio podría ser una simple simulación.

Un ejemplo de la capacidad de los edificios para implementarse a través de los medios de comunicación es la cabina telefónica: una construcción de escala mínima extendida a escala global. Los cascos de los pilotos de aviones a reacción representan otro tipo de entorno aún más compacto y directamente relacionado con el cuerpo humano. A través de las telecomunicaciones, estos ex­panden sus sentidos y pueden establecer relación directa con multitud de lugares. La evolución de las cápsulas y los trajes espaciales conduce hacia una síntesis y hacia una formulación extrema de la arquitectura contemporá­nea. He aquí una ‘casa’ (mucho más perfeccionada que cualquier edificio] con un control total de las funciones corporales, la provisión de alimentos y la evacuación de residuos, combinada con una máxima movilidad.

El desarrollo de estas posibilidades físicas incita a pensar en posibilidades psíquicas de definición de ambientes. Una vez superada la necesidad de protección física, es posible sentir un nuevo tipo de libertad: el hombre podrá ser finalmente el centro de la creación de un entorno individualizado.

La ampliación de las herramientas arquitectónicas más allá de la mera tectónica y sus derivados condujo en primer lugar a experimentar con nuevas estructuras y materiales, especialmente con los procedentes de la industria del ferrocarril. La voluntad de transformar y transportar nuestro entorno tan rápida y fácilmente como fuera posible favoreció la toma en consideración de un amplio abanico de materiales y sistemas utilizados durante años en otros campos. De este modo, hoy encontramos una arquitectura ‘cosida’, de igual forma que encontramos una arquitectura ‘hinchable’. Sin embargo, se trata todavía de recursos materiales, de ‘materiales de construcción’.

Se ha experimentado poco el uso de medios inmateriales (luz, olor o temperatura) para caracterizar un entorno, un espacio.

De igual modo que los métodos existentes tienen vastos campos de aplicación, el uso del láser (la holografía) podría conducir a nuevas experiencias y crea­ciones. Finalmente, el empleo de fármacos y sustancias químicas para controlar la temperatura y las funciones corporales y para crear entornos artificiales apenas ha comenzado. Los arquitectos debemos dejar de pensar exclusivamente en términos de materialidad.

Liberada de los condicionantes técnicos del pasado, la arquitectura funcionará    más intensamente con cualidades espaciales y psicológicas. El proceso de ‘erección’ adquirirá un nuevo significado y los espacios tendrán propiedades hápticas, ópticas y acústicas, y contendrán efectos informativos a la vez que expresarán necesidades emocionales.

Una verdadera arquitectura de nuestro tiempo deberá redefinirse y expandir sus recursos. Muchos campos fuera de la construcción tradicional serán incorporados al dominio de la arquitectura, del mismo modo que la arqui­tectura y los arquitectos entrarán a formar parte de otros ámbitos.

Todos somos arquitectos. Todo es arquitectura.(1)

 

(1) Hans Hollein, Todo es arquitectura, 1968.

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